Cuando le preguntaron a Jesús cuál era el mandamiento más importante, su respuesta reveló algo profundo sobre cómo debemos vivir. No sólo dio un mandamiento, sino dos que funcionan juntos como fundamento de toda la vida.
En Mateo 22:37-39, Jesús dijo: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el primer y gran mandamiento. Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo".
Fíjate en que Jesús dijo que el segundo mandamiento es "como" el primero. Esto significa que tienen el mismo papel y la misma importancia en nuestras vidas. No son cosas separadas - son inseparables.
No puedes honrar a la gente si no honras a Dios. Simplemente no tienes la capacidad de honrar a otros hasta que aprendas a honrar a Dios primero. Esto es fundamental para entender cómo funcionan las relaciones en el reino de Dios.
Además, no puedes honrar a los demás hasta que aprendas a honrarte a ti mismo. Cuando te honras a ti mismo - entendiendo tu identidad y valor en Dios - creas límites saludables. No puedes juntarte con personas que tienen dos caras, doble lenguaje, o que constantemente drenan tu energía. Si no te honras lo suficiente como para tener límites, nunca alcanzarás el potencial que Dios te ha dado.
Los Diez Mandamientos fueron escritos en dos tablas, y esta estructura es significativa. Cuando Jesús resumió toda la ley y los profetas en dos mandamientos, estaba señalando estas dos tablas:
Tabla Uno (Amor a Dios):
Tabla Dos (Amor por las personas):
Cada mandamiento de la primera tablilla se hace eco de otro de la segunda:
El amor y el honor no son lo mismo, pero son inseparables.
El amor es un compromiso de alianza. Es sacrificial y volitivo: una elección, no sólo una emoción. Dios no amó a su pueblo porque fuera el más bonito, el mejor, el más grande o el más grandioso. Los amó porque eligió amarlos.
Honor se refiere a la estima o el valor. Significa dar peso a la presencia o posición de alguien. La palabra hebrea "kabed" significa hacer pesado - tratar con importancia. El honor es la moneda del reino.
Sí, se puede amar a alguien sin honrarlo. Dios habló a través de Isaías sobre las personas que "me honran con sus labios, pero han alejado de mí sus corazones". Puedes decir las palabras correctas pero no honrar verdaderamente a alguien con tu corazón y tus acciones.
Por eso el mandamiento de honrar a tu padre y a tu madre es tan poderoso. No se trata de su perfección, sino de su posición. El honor no se trata de cómo te sientes; al igual que el amor, se trata de cómo eliges vivir.
La relación de David con el rey Saúl es un poderoso ejemplo. Aunque David fue ungido para ser rey y Saúl intentó matarlo en repetidas ocasiones, David se negó a hacerle daño a Saúl cuando tuvo la oportunidad.
David comprendió que honrar a Saúl era honrar a Dios. Confió en el tiempo de Dios, respetó su elección y no se saltó el proceso para salirse con la suya. A veces las personas que más nos presionan son las mismas herramientas que Dios utiliza para prepararnos para lo que viene después.
El honor no es una licencia para el abuso, y el amor no es un permiso para la pasividad. Se nos ordena poner a prueba los espíritus, evitar a las personas que causan divisiones y desenmascarar las obras de las tinieblas.
David honró a Saúl pero mantuvo las distancias. Se enfrentó a él con respeto y puso límites con humildad. Cuando las personas actúan con mala intención, carnalidad o rebelión, debemos discernir si son de Dios. Usted no tiene que permanecer en pacto con alguien que se niega a ceder al Espíritu de Dios, pero usted todavía está llamado a amar y honrar al Dios que los hizo.
Diezmamos no solo porque amamos a Dios, sino porque honramos a Dios con nuestras primicias. No se trata de presumir, sino de honrar a Dios. Cuando honramos a Dios, El promete abrir las ventanas del cielo y derramar bendiciones que no tenemos espacio para recibir. La bendición es tan grande que se extiende a nuestros hijos y nietos.
Esta semana, examina tus relaciones a través de la lente del amor y el honor. Elige una relación en la que hayas tenido problemas y pregúntate: ¿Estoy honrando a Dios primero en esta situación? ¿Estoy estableciendo límites saludables sin dejar de mostrar amor? ¿Estoy confiando en el tiempo de Dios en lugar de tratar de evitar Su proceso?
Recuerda que el amor y el honor no son debilidades - son armas en manos de los justos. Cuando amas a Dios con todo tu corazón, alma y fuerza, el gozo del Señor se convierte en tu fortaleza.
Preguntas para la reflexión: