¿Alguna vez has sentido que estás a las puertas de algo grande, pero no consigues dar el paso? En Apocalipsis 3, Jesús se dirige a la iglesia de Filadelfia con una poderosa promesa que se aplica a los creyentes de hoy: «He puesto delante de ti una puerta abierta, y nadie puede cerrarla».
Cuando hablamos de que Dios abre puertas, no nos referimos a entradas o salidas físicas. Una puerta abierta en el ámbito espiritual representa un portal, una abertura que proporciona acceso a la presencia, la protección y la provisión de Dios. Es una frontera entre dos realidades: donde estás ahora y donde Dios quiere llevarte.
La puerta representa elección, transición y oportunidad divina. Cuando Dios pone una puerta ante ti, te está colocando justo delante de un regalo, una oportunidad o un avance que Él quiere darte.
En Juan 10:9, Jesús declara: «Yo soy la puerta». No se trata solo de un lenguaje metafórico, sino de una profunda verdad espiritual. Jesús es el punto de acceso entre el cielo y la tierra, entre nuestras circunstancias y la provisión sobrenatural de Dios.
Cuando Jesús murió en la cruz, el velo del templo se rasgó de arriba abajo, creando un acceso permanente a la presencia de Dios. Ya no necesitamos un sacerdote que interceda por nosotros: podemos acercarnos con confianza al trono de la gracia a través de Jesús.
Nada ocurre en el ámbito físico sin que primero ocurra en el ámbito espiritual. Por eso la fe es tan importante en la vida cristiana. Hebreos 11:1 nos dice que «la fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve».
Antes de poder manifestar cualquier cosa en tu vida, ya sea sanación, un avance financiero o relaciones restauradas, primero debes verlo en tu espíritu. No puedes hacer realidad lo que tu fe no manifiesta primero espiritualmente.
Piensa en esto: puedes hablar todo lo que quieras sobre ir a Hawái, pero nunca irás hasta que empieces a visualizar el viaje, busques vuelos y ahorres dinero. La visión en tu espíritu impulsa la acción en lo físico.
Del mismo modo, si necesitas salir de tus deudas, deja de hablar constantemente sobre ellas. En su lugar, comienza a dar gracias a Dios por adelantado y declara que te ves libre de deudas. Esto no es negar la realidad, es fe que ve más allá de las circunstancias actuales y ve la provisión de Dios.
Muchos creyentes pierden las puertas abiertas que Dios les ofrece porque se centran en sus circunstancias naturales en lugar de en las realidades espirituales. Caminamos por lo que vemos en lugar de por la fe, permitiendo que situaciones temporales dicten nuestra respuesta a las oportunidades eternas de Dios.
Cuando solo te fijas en tus circunstancias, te ves limitado por ellas. Pero cuando comprendes que tienes autoridad sobre tus circunstancias a través de Cristo, puedes elevarte por encima de ellas.
Pablo menciona en 1 Corintios 16:9 que «se me ha abierto una puerta grande y eficaz, pero hay muchos adversarios». Estos adversarios suelen presentarse en forma de antiguos sistemas de creencias, tradiciones religiosas que limitan el poder de Dios o, simplemente, nuestra propia resistencia al cambio.
A veces luchamos contra las puertas abiertas de Dios porque nunca antes hemos visto ciertas verdades en las Escrituras, o porque nuestras experiencias anteriores en la iglesia no incluían estas realidades.
El tabernáculo del Antiguo Testamento ofrece una hermosa imagen del acceso a la presencia de Dios. Había un atrio exterior, un atrio interior y el lugar santísimo. En el lugar santísimo moraba la presencia de Dios en toda su plenitud.
Cuando Juan fue «arrebatado en espíritu en el día del Señor» en Apocalipsis, fue transportado más allá de la experiencia del atrio exterior con la que se conforman la mayoría de los creyentes. Accedió a la sala del trono de Dios.
Muchos cristianos permanecen en el atrio exterior, experimentando la bondad de Dios, pero sin llegar nunca a su gloria. Otros llegan al atrio interior, donde experimentan la unción, la Palabra y la adoración, pero no llegan al lugar santísimo, donde ocurre la transformación.
Jesús está hoy en el patio interior, habiéndose convertido en el velo rasgado, diciendo: «Entrad». Pero debemos elegir pasar a través de Él, no solo ir hacia Él.
Cuando la gloria de Dios llena un lugar, suceden cosas sobrenaturales. Se producen sanidades, se lleva a cabo la liberación y se transforman vidas. La Biblia dice que Dios «se entroniza en las alabanzas de su pueblo» (Salmo 22:3), y cuando el Rey se sienta en su trono, dirige los asuntos del reino.
En la presencia de Dios, el cáncer tiene que desaparecer porque en el cielo no hay cáncer. La pobreza debe huir porque en Su reino no hay carencias. La depresión se disipa porque en Su presencia solo hay alegría.
Muchas personas reciben oración y se sienten bien temporalmente, pero el cambio duradero solo llega cuando dejamos de limitarnos a venir al atrio exterior y realmente atravesamos la puerta para entrar en la presencia de Dios. La verdadera transformación ocurre cuando nos encontramos con Su gloria, no solo con Su bondad.
Esta semana, ponte el reto de dejar de conformarte con un cristianismo superficial. En lugar de limitarte a orar por tus problemas, empieza a verte a ti mismo atravesando la puerta abierta de Dios hacia Sus soluciones.
Deja de hablar constantemente sobre tus circunstancias y empieza a declarar lo que ves por fe. Si necesitas sanidad, comienza a darle gracias a Dios por tu salud. Si necesitas un avance financiero, empieza a verte libre de deudas y próspero.
Lo más importante es buscar la presencia de Dios a través de la adoración, la oración y la entrega. No vengas a la iglesia solo para sentirte bien, ven con la expectativa de encontrar Su gloria y ser transformado.
Preguntas para la reflexión: